sábado, 2 de junio de 2012

El amor (11/2009)





11/09

Y ahí estaba yo, en aquel salón color melón, rodeado de ricachones, dispuestos a adquirir invaluables mercancías. Todos me observaban extrañados, no era que mi cara fuese horrible, pero mis ropas sí estaban un tanto fuera de lugar, es que acababa de enterarme del acontecimiento que allí ocurriría, ese que tanto había ansiado. Hacia sólo un momento estaba en mi casa acomodando ideas, cuando mi amigo me llamó para avisarme sobre esta subasta, en la cual se presentaría ese hombre a fin de subastar ese artículo, ese libro tan valioso e importante para mi, nadie en el mundo lo valoraría tanto como yo, por eso estaba seguro de que podría obtener el artículo a un precio bastante bajo para su costo real. Pero no me fue nada fácil…
Y salió, el doctor Maximilian Magnus, famoso por sus investigaciones en el campo de la psicología, química y biología. Uno de los grandes científicos de esta época y sin lugar a dudas, mi gran inspiración, fue su texto: “El amor como nunca se vio” el que me inspiró a iniciarme en los estudios relativos al tema del amor y los sentimientos.
Pronto comenzó a dar un discurso, el cual culminó con las palabras: “A pesar de mis arduos intentos, ya en el ocaso de mi vida, me veo en obligación de decirles que no he podido alcanzar mi meta, aún no sé cómo nace el amor. Me desprendo de este libro con la intención de que alguien lo lea y logre lo que yo no pude, acabar con esta cuestión que me ha perseguido a lo largo de mi vida, mi libro es una compilación de escritos acerca del tema, aquí figuran todos mis estudios realizados, los conceptos básicos y conocidos por mis lectores y otros nada básicos y mucho más desconocidos”
-“El precio base es de $ 400”, dijo el martillero a cargo.
Mi oportunidad estaba allí, como suponía, el precio no era elevado y nada fuera de mi alcance, de inmediato, y con increíble deseo de tenerlo grité “¡450!”, a lo cual, un segundo y medio después escuché a alguien replicar, “500”, miré asombrado, era una señora la que había hecho la oferta, “550” dije, y de nuevo, “600” replicó la vieja arpía. Volví a subir la oferta a “650”, y de nuevo la señora que a esas horas me tenia deseoso de su estrangulamiento dijo “700”, casi con odio grité “¡1.000!”, a lo cual el salón se sorprendió con un “ohh” generalizado. Entonces, por primera vez, la señora se volteó a mirarme, directo a los ojos, “1.500” dijo de inmediato. En mi interior comencé a pensar por qué podría ella quererlo, pero el no encontrar respuesta satisfactoria eso no me impidió seguir ofertando: “2.000”, y de nuevo ella, “3.000”, esto ya era una guerra. “4.000”, dije, el número inicial ya se había multiplicado por diez para ese entonces, hasta el señor Magnus se sorprendía, y veía con una leve sonrisa en sus labios nuestra puja por sus conocimientos, que a mi parecer seguían devaluados. La verdad es que había llegado a ese lugar con la intención de gastar todo mi dinero en ese libro de ser necesario. La señora me observó nuevamente, “Que sean 5.000 caballero”. “¡Maldita arpía!” Mi alma decía a gritos, “¡10.000!” grite con exasperación, esperando así no recibir replica y llevarme el invalorable material, que para ese momento ya era motivo de guerra. “12.000”, otra vez la misma odiosa mujer dando batalla. Ya estaba cansado de oírla, así que grité, y esta vez convencidísimo de que no volvería a tener competencia en la oferta, el total de mi caudal: “¡¡¡35.000!!!”, la sala asombrada comenzó a murmurar, temí que la muchedumbre comenzará a dudar de si era o no un objeto de valor, pero por suerte no escuché oferta alguna, el martillero comenzó su conteo: 35.000 a la una, 35.000 a las dos y… Entonces la voz más odiosa que oí en toda mi vida volvió a hacerse presente: “¡40.000!” Mi corazón se detuvo, ya no podía ofrecer más, ¡no tenia más!, era el fin, todas mis posibilidades estaban acabadas, la mujer obtendría el libro, y así fue.
Quedé destruido, desolado y quebrado, no comprendía cómo era posible eso, pero comencé a sentir un increíble odio por esa mujer, y su voz, sobre todo su voz, que resonaba chillonamente en mi cabeza “40.000”, “40.000”, una y otra vez, maldición, era el fin de mis posibilidades. Entonces miré al doctor Magnus que permanecía sentado en una silla detrás del martillero, un poco a si izquierda, observándome. “¿Qué querrá?” me cuestioné. Entonces se me ocurrió preguntarle por una copia, sí, eso haría, le preguntaría por una copia del libro manuscrito. Así que aguardé pacientemente a que la subasta terminara y me acerqué a él en el banquete que la sobrevino.
-¡Señor Magnus! ¿Puede concederme un sabio momento?
-Por supuesto joven, un muchacho tan interesado en un cúmulo de manuscritos de un viejo como yo merece todo el tiempo que pretenda.
-Señor, puede parecer impertinente, pero quisiera consultarle por algún tipo de copia de ese manuscrito, estaría dispuesto a pagarle los $ 35.000 que ofrecí con anterioridad, así fuera una copia.
-No me es difícil ver tu inmenso interés en ese texto, me pregunto cuál será el motivo, pero para responder a tu pedido, debo decirte que no existe copia alguna de ese texto que durante tantos años he ido completando, toda la verdad de mi conocimiento y estudios se encuentra allí, esta incompleto, pero ciertamente sienta las bases para que alguien pueda alguna vez completar mi teoría o de lo contrario, refutarla, concediendo así una nueva teoría. De cualquier modo, no existe tal copia. Ahora que lo mencionas, mi esposa siempre me decía que hiciera copias de mis escritos, debí hacerle caso, sus palabras hoy me cuestan $ 35.000.
-Entonces no hay tal copia… ya veo…
Mis ánimos volvieron a decaer, todas mis esperanzas estaban depositadas en esa posibilidad, y así de pronto fueron destrozadas.
-Pero dime joven, ¿cuál es el motivo por el cual deseas con tanto fervor ese manojo de hojas?
-La verdad es que yo estoy intentando completar su teoría, o, como dijo usted, refutarla, pero sin ese material perderé mucho tiempo valioso. ¿Existe alguna posibilidad de que usted pueda recordar todo lo que allí escribió?
-Ninguna joven, lo siento mucho. A mis 88 años, mis memorias no van más allá del desayuno.
-Ya veo, le agradezco su tiempo seños Magnus.
-No hay por qué, lamento no haber podido ayudarte, espero puedas completar tus ambiciones, la clave está en las flores.
No comprendí sus palabras, pero supongo que se refería a que con el tiempo llegaré a descubrir la verdad, tal vez al llegar a viejo como él logre algo, pero me rehusaba a esperar tanto por una cuestión que me tenia sin dormir desde hacia dos años, aquel sueño cambió mi vida. Fue el sueño que tuve con ella lo que me hizo comenzar todo esto, esta aventura, había viajado hasta el África, Australia, y Japón sólo para descartar posibilidades, y en este momento sólo sus escritos podían ayudarme a sobreponerme a este dilema que me tenia estancado hacia ya dos meses, aguardando una dulce respuesta, sólo conseguí la voz odiosa y chillona de una señora adinerada, seguramente con nada mejor que hace que quitarme mis sueños, y de un viejo con Alzheimer.
Salí del lugar, con pocas ganas de cualquier cosa, caminaba dolido, como si estuviera herido en el pecho, o el amor de mi vida me hubiera rechazado, la verdad, ambas comparaciones no alcanzan para describir mis pesares en aquel momento.
Al salir, por alguna extraña razón decidí mirar a mi derecha, la calle estaba mojada por la reciente lluvia y había un auto en marcha, esperando, mantuve mis ojos en él, y vi, de repente, a la mujer más odiosa del mundo subirse al mismo. Este arrancó. Corrí tras él, y corrí y corrí más, pero nadie nunca me vio y el auto dobló en una esquina, alejándose de mi vista.
De alguna extraña manera logré retener la patente del auto en mi mente, así que llamé a mi amigo Marcus y le pedí toda la información posible acerca del paradero del vehiculo. Su trabajo como policía le permitió facilitarme los datos de inmediato.
Pronto acudí a la dirección que me había sido dada, no sabía muy bien lo que hacia, pero me acerqué a la entrada y toqué el timbre, era una mansión enorme, y al fondo podía divisar el auto que había visto partir desde el lugar de la subasta.
Nadie contestó a mi llamado, así que decidí entrar por cuenta propia, ya nada me importaba.
Trepé las rejas y salté al otro lado. Cautelosamente me fui acercando, de verdad, no sabía lo que hacía, hasta que lo vi. El libro que tanto era de mi aprecio apoyado sobre una mesa justo delante de una ventana. Sin dudarlo, me acerqué hasta la misma, mis intenciones ya eran claras, quería entrar y llevarme el libro, por supuesto sin que nadie me viera, por primera vez en mi vida estaba robando, pero la mercancía de verdad valía la pena.
¡Ingresé!, y ni siquiera se me ocurrió preguntarme que hacia un texto que había sido pagado cien veces su valor de base apoyado allí como si nada, tan cercano a una ventana abierta.
Me acerqué cautelosamente al libro y estuve a punto de tomarlo cuando ella entró por la ventana. Rubia, de ojos azules, rizos de oro, un rostro de porcelana, delicado, perfecta tez blanca, y un vestido que llegaba hasta sus tobillos, color blanco con bordes y detalles celestes. De ella provenía el olor a jazmín más dulce jamás. La belleza en persona.
Se me quedó mirando, yo hice lo mismo, no pareció reconocerme, peo no gritó desaforadamente. Mis manos se alejaron del libro y salí corriendo.
Jamás oí gritos de su parte, y al volver la mirada, mientras corría, pude verla asomada en la ventana observándome. No sé qué pensaba, pero yo creía haberme enamorado.
Dichosa mi suerte, buscando la clave para comprender al amor en su total inmensidad, logré hallarlo a él mismo. En persona, ¡por Dios, si que era bella!
Pasaron los días, yo no lograba conciliar el sueño y mi corazón no me permitía quitar de mi mente sus ojos dulces, había comenzado a creer que el cielo había entregado parte de sí mismo para la creación de aquellos perfectos e inigualables ojos. No me permití olvidarla durante los días siguientes, y ya no podía pensar más en mis investigaciones, mi mente era completamente suya, así como lo era mi corazón, ella dominaba mi pensamiento y a la vez no permitía la entrada a ningún tipo de información, es más, había comenzado a olvidar mi teoría sobre el amor. Me estaba desmoronando, mi estructura se caía a pedazos, me moría de intriga por saber algo de ella, su nombre, su edad, cualquier cosa, su estado civil, su situación amorosa, ¡cualquier cosa! De verdad me estaba preocupando, no había nada en este mundo que me hubiera hecho poner así jamás. Tenía que hacer algo, entonces lo decidí, iba a volver a esa mansión. Fue entonces cuando sentí un papel deslizarse por debajo de mi puerta, me acerqué a la misma y tomé lo que parecía ser una carta, sin pensarlo la abrí. Al momento de hacerlo, un mar de aromas a flores llegó a mi nariz y mediante esta a mi corazón, lo supe, era de aquella muchacha. De inmediato abrí la puerta, pero no vi a nadie a los alrededores. Regresé adentro y me senté a leer las palabras escritas en aquel papel, que poseía la figura de una rosa roja estampada “al agua” sobre el papel.
La carta simplemente decía: “Te espero este sábado a las 16:00hs, en mi hogar, creo que ya sabes cómo llegar.” Y firmaba Claribel. El simple hecho de saber su nombre me tuvo toda la tarde imaginando situaciones, una detrás de la otra, y al día siguiente y al siguiente también, cabe destacar que recibí la carta un miércoles. Me volví loco esperando a que llegara el sábado, y por fin llegó. Mientras me daba una nerviosa ducha me puse a pensar en la posibilidad de que la carta fuera enviada por la señora que me había quitado el libro de las manos, pero pronto recordé el aroma a flores que aún tres días después seguía emanando aquella hoja de papel, y mis dudas se disiparon. Ciegamente me limitaba a creer que la carta había salido directamente de ella, aquella muchacha hermosa que me había robado el sueño por primera vez en mi vida.
Me vestí con la ropa que había comprado especialmente para la ocasión, me perfumé, y salí a tomar el auto que me llevaría directamente hasta mi destino.
Al llegar, el olor a jazmín, lavanda, y demás flores entró a mi aparato respiratorio, no había notado aquel perfume la vez anterior, tal vez por los nervios, aunque esta vez estaba aún más nervioso, me limité a no comprender ese asunto y toqué timbre.
El portón de rejas se abrió y me aventuré lenta y nerviosamente hacia mi destino, atravesando el patio de la mansión y apreciando a cada paso una flor diferente, la verdad, la mayoría me eran desconocidas, y su aroma me llevaba a una dimensión totalmente diferente, estaba seguro de estar en el paraíso.
Por fin llegué a la puerta principal de la casa, toqué a la misma y una mujer vestida de mucama me pidió cordialmente que entrara, ni siquiera pregunto por mi identidad, sólo dijo: “La señorita lo está esperando en la sala”. Así que entré y, guiado por la misma mujer que me había abierto la puerta me dirigí hacia la primer puerta a mi izquierda, abrí y el universo se congeló, el tiempo se detuvo, mi corazón dejó de palpitar y mis ojos se cegaron, todo fue tan rápido, un segundo después me encontraba del lado de adentro, en aquella sala, la cual, debo discriminar, era hermosa, enorme y totalmente apacible.
Delante de mí, una muchacha, sentada dulcemente en uno de los dos sillones, ambos estaban enfrentados y en medio había una mesa ratona sobre la cual se encontraban dos tazas, una tetera y varias masas dulces.
La muchacha era ella, la misma belleza que me había sorprendido en mi frustrado intento por llevarme el libro, al observar bien, noté que a su izquierda, apoyado sobre el sillón, yacía mi apreciado tesoro, el cual, debo confesar, para esos momentos había perdido protagonismo. La verdad, en ese instante sólo me interesaba ella, tenia ojos solamente para ella y mis frases ensayadas, todas eran para ella.
-Ven, siéntate, el té ya está listo. Me dijo señalando al sillón que estaba justo frente al suyo, al otro lado de la mesa.
Sin dudarlo, pero lentamente, me acerqué y ocupe un lugar exactamente frente a ella. Por primera vez era capaz de disfrutar de su belleza sin tener que preocuparme por ser descubierto en medio de un acto ilícito ni nada por el estilo. Su hermosa figura era más pura de lo que mis ojos recordaban, emanaba luz, esa muchacha lograba captar mis pensamientos y no permitirme llevarlos más allá del momento.
-¿Cómo estás?, preguntó.
-Bien, la verdad, estoy un poco nervioso. Tu fuiste la que me invitó, ¿cierto?, respondí.
-Así es, quería volver a verte.
-Que curioso, yo también quería volver a verte.
Ella servia el té mientras hablábamos. Su mirada, más dulces que la miel misma y tranquila como un río en plena época primaveral. Me invitaba a calmar mis nervios y proponerme solamente conocer a la muchacha, sin más intenciones que amarla eternamente, el libro ya no me importaba.
-Tu nombre es Claribel, ¿cierto?, pregunté.
-Así es. Respondió.
-Es un nombre muy bello, y la verdad es que tú eres también muy bella.
Sus pómulos se ruborizaron y dibujo en sus rosados labios la sonrisa más dulce jamás vista.
-¿De verdad lo dices? Cuestionó.
-No me atrevería a mentirte, pero estoy seguro que no ha de ser la primera vez que alguien te lo dice. Aclaré.
-En eso tienes razón, mi padre suele decírmelo también.
-Yo me refería a algún otro chico.
-¿Otro chico?, la verdad es que no conozco a otro muchacho, los que mi familia me ha presentado con intenciones de casamiento no han sido sino unos viles malintencionados.
-Me sorprendes, la verdad creí que me hablarías sobre algún novio o algo así.
-Nadie ha tocado mi corazón aún.
-Es difícil llegar al corazón de una dama.
-Más difícil es ganárselo, junto con su amor.
En ese momento todos mis conocimientos sobre el amor, mis investigaciones, mis formulas y experimentos, todo lo relacionado al tema me vino a la mente, y un instante después se borró por completo, quedando sólo la figura de esa hermosa dama sentada frente a mi.
-No puedo decir que te equivocas. Dije.
-¿Y tu corazón?, es difícil llegar a él, ¿es que alguien ya lo ha hecho? Preguntó curiosamente.
-La verdad es que no conozco la dificultad, pero debo decir que el aroma que tenía la invitación que me enviaste me llegó directo al corazón. Y no, nadie ha logrado alcanzado. Aunque quiero decirte que tu estas a punto de lograrlo, si no es que ya lo has hecho.  (No sé ni por qué, pero lo dije, creo que estaba en un estado de sinceridad extrema)
Otra vez su rostro se vio sonrojado, y la sonrisa esta vez fue mucho más tierna, dulce y sincera que antes. Levantó su taza de té y dando la vuelta a la mesa se acerco a mí, sentándose a mi lado. Trayendo el libro consigo.
-El otro día, el miércoles, cuando nos vimos por primera vez, ¿estabas buscando esto? Dijo mostrándome el libro que, ahora que lo recuerdo, había sido la causa de mi presencia en aquella mansión.
-Sí, así es, lamento mucho ese incidente, la verdad es que toqué el timbre, pero nadie respondió, y en un extraño impulso me aventuré a entrar, y luego entre a tu hogar, lo siento mucho, me disculpo, pero la verdad es que gracias a ese impulso fue que te conocí, así que no me arrepiento. Por otro lado, la razón de tu invitación fue para reclamarme que eso no volviera a ocurrir, ¿no es así?
-Te equivocas, dime una cosa, y te pido me seas en extremo sincero. ¿Me amas?
La pregunta me sorprendió, era lo último que esperaba oír, me vi reconfortado al saber que nadie me culparía de entrar a robar a esa mansión, pero la pregunta me desconcertó, no hubiera sabido qué responder, de no ser por tener todo tan claro frente a mi.
-Ciertamente siento algo por ti que no he sentido nunca por ninguna chica en toda mi vida, realmente no puedo definir al amor, pero si esto no es amor, entonces yo no sé lo que pueda ser.
Otra vez su color cambió a un rojo sutil.
-Comprendo. ¿Sabes lo que contiene este libro?
-Creo tener una idea, pero no estoy seguro.
-Ten, léelo.
Me quedé observándola, por su actitud parecía decirlo enserio, no lo dudé más, por fin tenia el libro entre mis manos, lo abrí más o menos por la mitad y…
-¡Está en blanco! Exclamé.
Ojeé y ojeé, fui y volví con las hojas, puse la primera, la última, la del medio, lo abrí y cerré varias veces, no podía creerlo.
-No logro comprender… Le dije.
-Te contaré algo, hace aproximadamente dos meses, tuve un sueño muy extraño, en él te veía a ti, y a este libro, no recuerdo muy bien la relación, ni la situación, pero desde ese día sentí cosas en mi corazón, como si fuera más puro, como si hubiera descubierto la felicidad. Y el sueño se tornó reiterativo, y lo tuve dos o tres veces más. Durante esos días conocí algo que nunca había conocido: La paz. Mi corazón se llenó de paz y armonía, y mi carácter cambio, así como mi forma de ser y actuar, antes yo solía ser una chica rebelde, pero después de aquellos sueños me convertí en una muchacha muy apacible, dulce y cariñosa, todo lo contrario a lo que había sido hasta ese momento. Entonces le comenté a mi madre y ella decidió comenzar la búsqueda del libro, estaba segura de que el libro era la clave para llegar a ti.
Su historia me sorprendió, en ese momento todo, absolutamente todo lo que yo había teorizado en mi afán de entender el amor, fue suprimido por mi mente, y logré dar un nuevo significado a esa palabra, desde ese día, mi felicidad es creada por mi amor. He decidido dejar mis estudios sobre el tema, ya que estaría robándole al mundo, a la vida misma, el sentido real. Descubrí entonces que el amor era lo más importante en la vida de todo ser humano, y yo no podía simplemente exponerlo en unas cuantas palabras, en una suerte de teoría, ni mucho menos querer comprenderlo. Dejé ese pasatiempo y ahora me dedico más que a entenderlo, a disfrutarlo.

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